¿Qué es la elegancia?

Seguramente influenciados por lo que observamos en los medios, tv, cine e incluso radio, tendemos a asociar la elegancia, en cuanto a ir o estar a la moda, con un cierto nivel económico y un determinado estrato social. No es cierto. Tener o vestir con elegancia y transmitirlo tiene que ver con nosotros mismos y no, solamente, con lo que nos ponemos. La elegancia es un conjunto de aptitudes y actitudes no siempre fáciles de describir pero que sin las cuales, todas y cada una de ellas, no conseguiremos ser percibidos como elegantes. De hecho, a menudo podemos observar fotografías en las que algunas mujeres resultan elegantes y, sin embargo, cuando cobran movimiento,  en la vida real resultan zafias, groseras y grotescas. Hace algunos días en un programa de televisión en el que juntas a jóvenes con las hormonas en ebullición, vistieron a algunos de ellos y ellas con vestidos de etiqueta, esmoquin para ellos y noche para ellas; la presentadora se apresuro a decir “que elegantes se os ve” a lo que una de las tertulianas contesto “es que lo somos”. A continuación expuso como se sentía y como veía a sus compañeros lo que fue acabando con su “presunta” elegancia palabra y modo tras palabra y modo. La conclusión es obvia, no eres elegante por como vistes. La elegancia en la moda es un compendio de actitudes y comportamientos en el que el vestido solo representa una parte.

Una de las cualidades, además del vestido, que hace elegante a una persona es su capacidad para ponerse, o parecerlo, en el lugar del otro. La RAE lo define como empatía. Cuando con nuestra actitud hacemos que los demás se sientan bien, escuchados, entendidos o importantes,  empatizamos con ellos.  Inmediatamente los demás nos perciben mejor. Su valoración de nosotros se torna positiva. Voy a poner un ejemplo, la hasta este año Reina de España, doña Sofía , siempre se ha mantenido en un plano discreto. Con independencia de nuestras opiniones respecto de la monarquía, ha sido y es un miembro de la familia real considerada elegante y sobria. Si analizamos su forma de vestir inmediatamente observaremos que lo hace sin estridencias, con prendas discretas y que responden a un estilo propio. Sin embargo probablemente sea reconocida como una de las personalidades más elegantes de nuestro país. ¿Por qué? Sin duda, por su proximidad y carácter humilde. No solo en sus altruistas intervenciones a favor de los niños o los desfavorecidos sino por su lenguaje y su actitud verbal y corporal.

Un estado de ánimo positivo es otra cualidad que arropa la elegancia. Generalmente nuestro estado de ánimo se refleja en nuestro comportamiento y maneras. Hace algunos años entrevistaban a Joan Manuel Serrat respecto de cómo se encontraba durante el tratamiento de una grave enfermedad. Su respuesta  fue “la vida no es lo que nos ocurre sino como encaramos lo que nos ocurre”. Esa es la clave. Además de la empatía, nuestro estado de ánimo nos embellece o afea. Una sonrisa natural nos abrirá las puertas del otro. Disfrutar con lo que tenemos, aunque seamos pobres, hacemos, aunque no sea lo que más nos motiva, o pensamos, con una actitud positiva reafirmará el equilibrio de nuestra imagen. Conseguir esta aptitud no es igual para todas las personas. Algunos necesitamos reconducir nuestros pensamientos para alcanzar un estado de permanente optimismo. Pero se puede. Solo hemos de buscar los elementos necesarios, rodearse de personas positivas, leer libros sobre el tema, desarrollar pensamientos positivos o compartir nuestras experiencias más espirituales, si somos creyentes, nos ayudarán a equilibrar nuestro bienestar emocional.

Quizás la cualidad más importante para conseguir ser realmente elegante sea querernos a nosotros mismos adecuadamente. Valorarnos,  conocernos y tener confianza. Cuando una persona se siente segura de sí misma acomete cualquier actividad con aplomo y seguridad. Eso es lo que perciben los otros. ¡Cuidado! He dicho tener confianza pero sin ser una persona jactanciosa y prepotente. Eso nos pasaría inmediatamente al otro lado. Cada uno de nosotros tiene una faceta que sobresale sobre otras. Aprovechémosla y compartámosla.

En resumen, las razones que nos hacen elegantes ante los ojos de los demás no tienen que ver exclusivamente con la ropa que nos ponemos, los complementos que portamos o el aroma que desprendemos. Como os decía al principio, en una primera imagen fija posiblemente lo consigamos pero, de inmediato, si no lo combinamos con nuestra mirada, una sonrisa natural y nuestros saber hacer, nos verán como seres superficiales y superfluos. Nadie quiere tener cerca  si a personas que no aporten nada. Ser elegante es un reto.

A.D.Saiz

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