Uno de los aspectos más reseñables de las fiestas navideñas, sea la Natividad o la Epifanía (el Día de Reyes) es la ilusión de niños y adultos al abrir los regalos, envueltos con mimo, debajo del árbol o junto a unos calentitos calcetines. Pero ¿dónde comenzó la costumbre de regalar?
Una incierta creencia afirma que esta tradición es un gran invento de las grandes empresas comerciales que aprovechan una tradición eminentemente religiosa para hacer sus cajas mucho más grandes. Sin embargo, lo cierto es que de dar regalos en Navidad se remonta a muchos siglos atrás y podemos comenzar con la ofrenda de presentes en la adoración de los Reyes de Oriente. Tras el nacimiento de Jesús, alumbrado por María, los tres reyes bíblicos, Melchor, Gaspar y Baltasar presentaron su regalo: oro, incienso y mirra.
Pero hay referentes anteriores a la misma Natividad, en los Saturnales los romanos celebraban el solsticio de invierno e intercambiaban regalos y joyas con familiares y amigos convencidos de que la generosidad atraería suerte y fortuna durante el año venidero. Poco a poco el Imperio fue fagocitado por el cristianismo con lo que muchos de los nuevos creyentes continuaron con el rito durante diciembre mucho antes de que la Iglesia oficializara el veinticinco de ese mes como la fecha oficial de la Natividad. Incluso hay quien defiende que esa fecha se eligió por lo popular de la celebración.
Otra figura ligada a esta costumbre de regalar es San Nicolás de Myra (en occidente San Nicolás de Bari), que daría lugar al mito de Santa Claus o Papá Noel, un obispo cristiano del siglo IV (270 – 352)* que destacó por su amabilidad y generosidad con los pobres y especialmente con los niños. El 6 de diciembre del calendario gregoriano se dedicó a celebrar la vida del Santo y muchos países europeos adoptaron la tradición de ofrecer regalos en esa fecha.
Otro precedente de celebración en las que se comparten regalos es San Wenceslao santo que en el siglo X repartía regalos entre los pobres en la región de Bohemia en la República Checa.
Podemos comprobar, por tanto, que la costumbre de regalar y compartir presentes no es nueva ni un invento de las grandes corporaciones si bien he de admitir que posiblemente si lo sean de la globalización de la fiesta y de haber fomentado, en algunos casos, un consumismo que nada tiene que ver con el espíritu original.
Sea como fuere es tiempo de obsequiar a nuestros seres queridos con muestras de nuestro amor y que mejor regalo que una joya personalizada con su nombre, con esa fecha que deseamos que permanezca siempre en nuestra memoria o con esa frase que nos marcó el alma.
Annabely
(*) Fecha estimada de nacimiento y muerte.
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