Cuando comprarse una joya es algo más que un impulso. Es una decisión meditada para captar la a tención del que nos mira. Cuando decidimos pensar en nosotros y nada más.
Partamos de una premisa que, si bien no es compartida por todos, me parece cierta: la joyería y la moda están unidas. Cuando se combinan adecuadamente, con gusto y sensibilidad, hace que la otra cobre mayor protagonismo.
Con una joya y estilo se puede hacer cualquier cosa. Se puede disfrutar de cualquier ambiente y podemos vestir como nos apetezca. Una camiseta y unos vaqueros ganaran glamur bien combinados con un collar para la ocasión. Nuestro estilo se verá reforzado por el color y brillo de las piedras y metales preciosos. La moda alcanza con las joyas un nivel superior, crea tendencia y, a menudo, convierte algunas prendas en clásicos. Generalmente comienza en las pasarelas de moda de cada temporada, la mujer que observa detecta el conjunto ideal, reflexiona sobre cuánto puede pagar y busca a los fabricantes que han creado versiones más asequibles.
De igual manera ocurre con las joyas. Las mujeres cada vez se sienten más cómodas a la hora de comprar joyas para sí mismas. Al fin y al cabo es fácil comprar una joya. Sumamos el impulso, la atracción y que ya no se reconocen algunas piezas como joyas “para siempre”.
Con qué frecuencia voy a usar la pieza fundamentará el argumento de gastar más. Si el uso será diario posiblemente nos dirija a materiales resistentes al roce y al desgaste como el Oro de 14 o 18 quilates. Obviamente los chapados requieren de un mayor cuidado y el uso continuado puede deslucir su esplendor inicial.
La originalidad al límite de la moda posiblemente a medio plazo acabe por cansarnos y, como las modas, haga que se vea anticuada con el tiempo. Es importante medir la inversión en estas adquisiciones, así no nos dolerá si finalmente se la ponemos a nuestros hijos en una fiesta de disfraces.
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