¿Por qué no me favorece esta joya?

A menudo nos ponernos una joya pero no lucimos una joya. A algunos les resultará similar pero no lo es. Hay dos variables que hacen que una joya luzca en todo su esplendor: la actitud con la que se lleva y el aspecto de la pieza que lucimos.

 A lo largo de este post vamos a repasar algunas consideraciones referidas al segundo aspecto, la apariencia de la joya. A nadie se le escapa que una joya, con independencia del coste o precio, ha de transmitir sensaciones y estas además de positivas tienen que expresar lo que nosotros deseamos decir con ellas al tiempo que se reconocen como auténticas y valiosas joyas. Si, valiosas. Es importante reconocer que una joya lo es por su valor económico. Si parece barata deja de ser joya para convertirse en otra cosa.

 Si eres una mujer adulta, joven o madura da igual, has de evitar diseños infantiles. Llevar pulseras, collares o pendientes con colgantes de animales o personajes de dibujos animados, con formas cursis o colores estridentes, por lo general deprecian el valor de la joya como tal. Nadie piensa que un niño porte joyas caras, más bien tenderemos a considerarles abalorios o juguetes de fantasía.

 Algunos joyeros utilizan para sus acabados piedras falsas. Cuando digo falsas me refiero a burdas piezas de materiales inverosímiles. Como hemos visto en la serie de post dedicados a las piedras más usadas en joyeria existen multitud de ellas y para todos los gustos y bolsillos. Un cristal de cuarzo o un granito bien trabajado y pulido puede ser una opción válida para una joya. Y pueden ser baratas y sofisticadas. Lo que no es razonable es que un trozo de plástico rojo pretenda pasar por un rubí. Aprovecho aquí para recordaros que las joyas en general han de cuidarse y limpiarse con regularidad para que muestren su esplendor pero en particular hay que mantener con mimo las gemas. Una piedra sucia u opaca por la falta de limpieza puede ser confundida con cristal de plástico barato.

 

Los collares y pulseras con un número excesivo de perlas, por muy valiosas que estas sean, se convierten a la vista en un cordel lleno de “bolitas”, por no mencionar que este tipo de joyas se relacionan en su uso con mujeres maduras. Si te gustan las perlas haz tuya la máxima “menos es más”. Usa piezas donde las perlas sean un foco de atención, un adorno, un detalle. Un pendiente con una sola perla, de líneas simples es siempre elegante. Deja el resto para las ferias de artesanía y bazares chinos.

 Cada vez son más empleados los esmaltes para resaltar aspectos interesantes de una joya. Su uso en grabados o en piezas masculinas, por ejemplo los gemelos, están a la orden del día. No hay peor efecto que el que causa un esmaltado deficiente. El acabado, en el uso de esta técnica, ha de ser uniforme, suave y con un encuentro con el metal nítido y limpio.

 Hay que cuidar las aleaciones usadas en las joyas, sobre todo las que contienen oro. Es cada vez más habitual que piezas con un contenido excesivamente bajo en metales preciosos se sometan a chapados y baños de acabado para mejorar el aspecto final. Esto da lugar a piezas demasiado brillantes. El oro, la plata o el platino son brillantes pero su brillo es natural, sin irisaciones cristalinas. Otros fabricantes envejecen artificialmente el aspecto de la joya, algo que para un ojo experto, es síntoma de mala calidad.

 Otra característica que ha de tener una joya, sobre todo collares y pendientes es el peso adecuado. Al igual que ocurre con las tejidos en las prendas de vestir, la caída natural de los mismos los hace más preciados por quien los viste. En una joya el peso tiene que ser proporcional al tamaño y al material con que está realizada. El peso de una pieza afecta a la forma en que cuelga y cómo se mueve en su cuerpo. Cuando ese movimiento parece estar fuera de sincronía con la mirada, suele ser un indicativo de la calidad de la joya.

Anillo personalizado para mamá

 Es importante, por salud y estética, que tus joyas no manchen la piel. Las aleaciones empleadas en algunas joyas, con cobre o níquel, oxidan en contacto con la piel produciendo esas incómodas manchas. También la plata puede producir estos inconvenientes. El oro no mancha a menos que su aleación contenga alguno de estos metales. Se suele cumplir la regla “cuanto más barato más mancha”. Limpiar las piezas de oro y plata con frecuencia evita estos inconvenientes. Si notamos que mancha, usarlas en periodos cortos. Un truco empleado también es pintar con esmalte de uñas la cara en contacto con la piel.

 Las joyas conmemorativas o promocionales resultan cursis y fuera de lugar cuando se utilizan en un entorno exógeno al que fueron concebidas. Por ejemplo, un reloj que celebra el aniversario de los diez años en la empresa, con el logo de la misma y una fecha, puede resultar fuera de lugar en un acto de otra índole. Incluso un poco cutre.

 Obviamente, estas consideraciones que hemos repasado no tienen como objeto establecer pautas inamovibles. Solo pretenden ayudar al sentido común de cada uno de nosotros a la hora de lucir y disfrutar nuestras joyas. Algunas de las cuales han sido obtenidas con sumo esfuerzo o representan para nosotros algo especial. 

A.D.SAIZ

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